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Salvador Allende: ¿Cómo fue el gobierno del primer socialista electo?

Salvador Allende (médico, cirujano y dirigente del Partido Socialista) asumió la presidencia de Chile el 3 de noviembre de 1970, sucediendo a Eduardo Frei Montalva del Partido Demócrata Cristiano, un fundador y exmiembro de la Falange Nacional, una expresión del fascismo clerical.

Allende se había alzado con la victoria en las elecciones celebradas el 4 de septiembre, a las que se había presentado bajo el sello «Unidad Popular». Una alianza entre el Partido Socialista y el Partido Comunista, los cuales, en el año 1969, habían convocado al conjunto de la izquierda chilena a conformar un espacio en común.

El PC había propuesto como precandidato al poeta y premio Nobel de Literatura, Pablo Neruda. Sin embargo, por trayectoria, terminó imponiéndose Allende, a pesar de los destractores que tenía en las propias filas de su partido. El líder del PS ya había sido candidato en otras tres oportunidades: 1952, 1958 y 1964. Además, contaba con una larga carrera en cargos parlamentarios e incluso había llegado a ocupar un cargo ministerial (Ministro de Salubridad, Previsión y Asistencia Social de Chile) entre 1939 y 1942.

UP se alzó como la fuerza más votada con el 36,6% de los votos, derrotando por poco margen al candidato independiente y expresidente (1958-1964) Jorge Alessandri, de filiación conservadora, quien había obtenido el 35% de los votos. Más atrás había quedado el representante del oficialismo, Radomiro Tomic, por el PDC, con un escueto 28%.

Así, Salvador Allende se convirtió en el primer presidente socialista elegido por la gente en la Historia de América latina. Y hay que subrayar socialista, porque no lo era sólo de nombre como el PS actual. El gobierno entrante tenía una vocación de transformación real, muy diferente a la de los partidos socialistas actuales o el propio PS de Michelle Bachelet que, con suerte, hacen la mímica de querer cambiar algo para que todo siga igual.

Las cinco principales medidas de gobierno

1. NACIONALIZACIÓN DE LA INDUSTRIA DEL COBRE

Una de las medidas más emblemáticas de Allende fue la nacionalización de la gran minería del cobre en Chile en 1971.

Esto permitió que el Estado chileno tomara el control de la producción y los ingresos derivados de la exportación de cobre, uno de los principales recursos naturales del país.

2. REFORMA AGRARIA

El gobierno de Unidad Popular promulgó una reforma agraria que buscaba redistribuir la tierra de grandes terratenientes a campesinos y trabajadores agrícolas, mediante expropiaciones de tierras ociosas y la creación de cooperativas agrícolas.

Si bien en Chile ya había antecendentes de redistribución de la tierra, nunca a la escala alcanzada bajo Allende. Más de 6 millones de hectáreas fueron reasignadas.

3. NACIONALIZACIÓN DE LA BANCA Y LA INDUSTRIA

El gobierno de Allende también nacionalizó bancos y empresas en sectores clave de la economía, incluyendo la industria siderúrgica y la industria del carbón.

Estas nacionalizaciones tenían como objetivo centralizar los medios de producción para avanzar hacia una planificación estatal de la economía.

4. CONTROL DE PRECIOS Y SALARIOS

Para combatir la inflación y garantizar un mayor poder adquisitivo para la población, el gobierno de Allende implementó políticas de control de precios y salarios.

Esto incluyó la congelación de los precios de productos básicos y aumentos salariales.

5. AMPLIACIÓN DE SERVICIOS SOCIALES

El gobierno de Allende también se enfocó en la expansión de servicios sociales, incluyendo la educación y la salud.

Se aumentaron las inversiones en la construcción de escuelas y hospitales, y se implementaron programas para proporcionar alimentos y servicios médicos entre las franjas más empobrecidas de población chilena.

Las elecciones de medio término

Un termómetro de la recepción de estas medidas por parte de la sociedad chilena fueron las elecciones parlamentarias de 1973. Las reformas de Allende habían polarizado al electorado. Y unido a toda la oposición en su contra. Incluso, a sectores de centroizquierda.

Convivir con las reglas democráticas significaba exponerse al desgaste inherente de las operaciones de prensa y las campañas de desprestigio impulsadas por la burguesía. Las clases propietarias chilenas asumieron que derrotarían a Salvador Allende con una mayoría tan aplastante que les sería posible destituirlo por medio de un golpe parlamentario. Sin embargo, los resultados fueron otros.

Unidad Popular y la izquierda chilena hicieron la mejor elección de su historia, obteniendo casi el 45% de los votos. Y la oposición se quedó lejos de reunir los escaños necesarios para destituirlo a través del Parlamento.

En los papeles, Allende se había asegurado tres años más de gobierno. Su mandato presidencial vencería recién en 1976. Y las urnas acababan de darle un aval para continuar con sus reformas, incluso con el Parlamento en contra. No obstante, la burguesía chilena y los Estados Unidos tenían otros planes.

El golpe de Pinochet

Las elecciones intermedias se habían celebrado el 4 de marzo de 1973. Pero, apenas 7 meses después, las Fuerzas Armadas, lideradas por Augusto Pinochet, se levantaron en armas contra el presidente constitucional de Chile.

Los militares bombardearon el Palacio de la Moneda. Pero Salvador Allende se negó a rendirse y permaneció en la sede del gobierno, dando un discurso por radio y televisión donde anunciaba las intenciones de defender su continuidad.

Mientras tanto, afuera de la Moneda, se llevaban adelante detenciones masivas de políticos, miembros del gobierno y simpatizantes de izquierda, con los tanques desplegados en las calles y soldados patrullando cada esquina.

Al final, entrada la tarde, Salvador Allende fue asesinado en la sede de gobierno. El parte oficial informaba un suicidio. Pero las fotos de su cuerpo acribillado demostraron lo contrario, al igual que sus declaraciones previas al hecho:

«Seguramente, ésta será la última oportunidad en que pueda dirigirme a ustedes. La Fuerza Aérea ha bombardeado las torres de Radio Portales y Radio Corporación. Mis palabras no tienen amargura sino decepción y serán ellas el castigo moral para quienes han traicionado el juramento que hicieron: soldados de Chile, comandantes en jefe titulares, el almirante Merino, que se ha autodesignado, más el señor Mendoza, general rastrero que sólo ayer manifestara su fidelidad y lealtad al Gobierno, también se ha autodenominado Director General de Carabineros. Ante estos hechos sólo me cabe decir a los trabajadores: ¡No voy a renunciar!

Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad al pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que entregáramos a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos.

Trabajadores de mi patria: quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de justicia, que empeñó su palabra de que aceptaría la Constitución y la ley, y así lo hizo. En este momento definitivo, el último en que yo pueda dirigirme a ustedes, quiero que aprovechen la lección: el capital foráneo, el imperialismo, unido a la reacción, creó el clima para que las Fuerzas Armadas rompieran su tradición, la que les enseñara el Schneider y reafirmara el comandante Araya, víctimas del mismo sector social que hoy estará en sus casas esperando con mano ajena, reconquistar el poder para seguir defendiendo sus granjerías y sus privilegios.

Me dirijo sobre todo a la modesta mujer de nuestra tierra, a la campesina que creyó en nosotros, a la obrera que trabajó mas, a la madre que supo de nuestra preocupación por los niños. Me dirijo a los profesionales de la patria, a los profesionales patriotas, a los que hace días siguieron trabajando contra la sedición auspiciada por los colegios profesionales, colegios de clase para defender también las ventajas que una sociedad capitalista le da a unos pocos.

Me dirijo a la juventud, aquellos que cantaron y entregaron su alegría y su espíritu de lucha. Me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, aquellos que serán perseguidos, porque en nuestro país el fascismo ya estuvo hace muchas horas presente; en los atentados terroristas, volando los puentes, cortando las líneas férreas, destruyendo los oleoductos y los gaseoductos, frente al silencio de quienes tenían la obligación de pro […] (fragmento inaudible).

Estaban comprometidos. La historia los juzgará.

Seguramente Radio Magallanes será callada y el metal tranquilo de mi voz no llegará a ustedes. No importa. La seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal […] (fragmento inaudible) los trabajadores.

El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse.

Trabajadores de mi patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.

¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores!

Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que, por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición.»

Se cumplen 50 años del golpe de Estado que derrocó al primer y único gobierno socialista elegido democráticamente en toda América Latina.

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