No es la primera vez que hablamos del reactor CAREM. Ya hicimos un primer acercamiento en esta nota. Ahora, sin embargo, queremos ahondar más en detalle en la oportunidad que supone en términos económicos y comerciales. Y explicar por qué, más que un proyecto de reactor nuclear, envuelve un proyecto de país posible, pero también amenazado.
La reciente renuncia de Adriana Cristina Serquis, la presidente de la CNEA (Comisión Nacional de Energía Atómica), destapó una crisis que vive el sector nuclear argentino desde la asunción de Javier Milei. El economista libertario pretende cargarse a una de las pocas políticas de Estado que han sobrevivido al desfinanciamiento de todos los gobiernos anteriores.
El desarrollo nuclear con fines pacíficos es quizás la única política permanente que ha tenido el país desde mediados del siglo XX hasta la fecha. Gobiernos militares, peronistas y radicales coincidieron en la importancia de atender al sector, aunque también enfrentaron las limitaciones obvias que tiene toda economía de mercado para asignar recursos a empresas estatales.
A pesar de todo, Argentina llegó al 2024 con tres cuartas partes del reactor CAREM-25 terminadas. Este es uno de los proyectos más avanzados del mundo y podría reportar ingresos por millones de dólares en exportaciones de cara a la transición energética venidera.
La energía nuclear y los Acuerdos de París
De acuerdo a los datos del Met Office Hadley Centre, desde 1980 hasta 2024, el aumento de la temperatura media del planeta ha pasado de 0.20°C a 1.15°C. Ese valor, para 1850, era negativo con respecto a la temperatura de referencia que se utiliza hoy, reportando unos -0.42°C.
La temperatura del planeta aumenta por la emisión de gases de efecto invernadero. El impacto de los distintos procesos productivos y la actividad humana en el medioambiente se mide mediante la «huella de carbono». En este sentido, las fuentes de energía se consideran más limpias cuanto menor es su huella de carbono.
Principales fuentes de energía ordenadas por emisiones de carbono
Fuente de energía | Emisiones de carbono |
---|---|
Carbón | 0.9 – 1.1 Tn C02 por MWh |
Petróleo | 0.7 – 1.0 Tn C02 por MWh |
Gas Natural | 0.4 – 0.6 Tn C02 por MWh |
Biomasa | 0.1 – 0.5 Tn C02 por MWh |
Hidráulica | 0 – 0.1 Tn C02 por MWh |
Solar | 0 – 0.05 Tn C02 por MWh |
Nuclear | 0.01 – 0.04 Tn C02 por MWh |
Eólica | 0 – 0.1 Tn C02 por MWh |
Fuente: Promedio IPCC, IEA, EPA y otros organismos ambientales.
Del cuadro presentado anteriormente se deduce que la energía nuclear es tan limpia como el conjunto de las energías renovables. Su huella de carbono es infinitamente más pequeña que la de los combustibles fósiles. De hecho, la imagen de las chimeneas humeantes en las caricaturas no tiene que ver con la emisión de CO2 a la atmósfera, sino de vapor de agua.
En el mundo, sin embargo, la energía nuclear representa sólo el 3,75% del consumo de energía. Un porcentaje ligeramente por delante de todas las renovables, excepto la hidráulica, pero dramáticamente menor en proporción a las fuentes contaminantes.
Consumo mundial de energía según fuente primaria (2022)
Fuente de energía | Emisiones de carbono |
---|---|
Petróleo | 29,61% |
Carbón | 25,07% |
Gas Natural | 22,03% |
Hidráulica | 6,32% |
Biomasa | 6,21% |
Nuclear | 3,75% |
Eólica | 3,07% |
Solar | 1,93% |
Fuente: Energy Institute – Statistical Review of World Energy (2023).
En la actualidad, casi 77% de la energía proviene del petróleo, el carbón o el gas. Es decir, tres cuartas partes de la energía mundial se obtienen de fuentes con una alta emisión de dióxido de carbono a la atmósfera. Y esta es la principal causa del calentamiento global y el cambio climático.
Fue precisamente esto lo que motivó el Acuerdo de París. El mismo fue firmado en 2015, prácticamente por todos los países del mundo, en la cumbre de las Naciones Unidas sobre el cambio climático (COP21), estableciendo como objetivo mantener el aumento de la temperatura global por debajo de los 2°C, como umbral máximo, pero idealmente en menos de 1.5°C.
El concepto de transición energética aparece en este punto. Para cumplir los objetivos del pacto climático, el mundo debe abandonar progresivamente los combustibles fósiles. Y la opción más eficiente para reemplazarlos es la energía obtenida a partir de la fisión nuclear. La otra alternativa, la fusión nuclear, todavía está en una fase muy embrionaria y probablemente le falten varias décadas antes de que pueda ser comercializable, si es que algún día llega a serlo.
Por eso varios países se han alistado en la carrera por desarrollar reactores modulares de baja potencia o, por sus siglas en inglés, SMR (Small Modular Reactor).
Argentina y la carrera por los SMR
Los reactores modulares de baja potencia son una nueva generación de reactores que presentan grandes ventajas con respecto a las antiguas centrales nucleares. Estos reactores se caracterizan por su tamaño más compacto y modularidad, lo que permite una construcción más rápida y económica, así como una mayor flexibilidad en su despliegue.
Son atractivos en términos comerciales debido a su capacidad para ser construidos en módulos, lo que facilita la escalabilidad según la demanda energética y reduce los costos de inversión en comparación con las plantas nucleares tradicionales. En resumidas cuentas, esta tecnología es la forma de hacer que los reactores de fisión nuclear se vuelven más rentables y fácilmente exportables.
Actualmente, sólo dos países tienen reactores de este tipo en estado operativo: China y Rusia. No obstante, ambos países se encuentran desarrollando nuevas generaciones de reactores SMR debido a las limitaciones de los dos modelos actualmente terminados.
El primero fue el KLT-40S, un reactor ruso empleado en la central nuclear flotante Akademik Lomonosov. Es del tipo de agua a presión, como nuestro diseño, utiliza combustible de uranio poco enriquecido y produce 52 MWe de energía con una eficiencia del 35%. Entró en operación en mayo de 2020 en la planta flotante y fue desarrollado por una subsidiaria de la empresa estatal rusa, Rosatom.
Además, Rusia inició en 2021 la construcción del BREST-OD-300, un reactor rápido refrigerado por plomo que se prevee que tenga una capacidad de generación eléctrica de 300 MWe.
El segundo fue chino, el HTR-PM, un tipo de reactor de alta temperatura refrigerado por gas. A diferencia de los nuestros, utiliza helio como refrigerante y tiene la capacidad de operar a temperaturas más elevadas. En este caso, dos reactores están conectados a una sola turbina de vapor para generar 210 MW de electricidad. Por lo tanto, cada reactor contribuye a la generación de electricidad con 105 MWe. La planta entró en operación comercial en diciembre de 2023.
Está prevista una planta de energía más grande y actualizada, HTR-PM600, con una capacidad de 600 MWe utilizando seis unidades de reactor HTR-PM. Y, a su vez, China tiene otros dos reactores SMR en construcción: El ACP100 Linglong One, que será de refrigeración con agua presurizada como el nuestro y producirá 125 MWe, y el TMSR-LF1, un MSR (reactor de sales fundidas) con una potencia prevista de 10 MWe, más pequeño y compacto pero con mayor modularidad.
Al mismo tiempo, otros cuatro países están en proceso de licitación.
Reino Unido le encargó a Rolls-Royce el diseño de su propio prototipo de SMR. Corea del Sur le encargó el suyo al KAERI (Instituto de Investigación de Energía Atómica de Corea). Y Canadá se asoció con Estados Unidos para desarrollar uno. Los estadounidenses llevan, además, una licitación por su cuenta. Sin embargo, ninguno de estos países tiene siquiera un proyecto en construcción.
Existe, por otra parte, una decena de proyectos en fase de diseño o que ni siquiera han entrado en licitación, por lo que esta carrera podría ponerse más competitiva a la brevedad.
Mientras tanto, el CAREM-25 se encuentra terminado en un 76% y podría concluirse incluso antes que los proyectos chinos y rusos más eficientes, que están actualmente en desarrollo. La característica que distingue a nuestro reactor de los dos ya terminados es su modularidad. Nuestro prototipo está pensado para producir entre 25 y 32 MWe, porque se enfoca en la escalabilidad de esta tecnología.
La idea no es hacer un reactor grande y costoso, que lleve mucho tiempo replicar, sino uno pequeño, rentable y fácilmente exportable que pueda ser comercializado a gran escala.
Estados Unidos y el fracaso de NuScale Power
Construir un reactor modular que sea exportable y barato no es tarea sencilla. Representa un desafío gigantesco para las primeras potencias nucleares del mundo. Sin embargo, resulta especialmente llamativo el nivel de retraso que llevan los Estados Unidos con esta tecnología.
Aunque está en proceso de licitación de nuevos proyectos, la única empresa que logró la aprobación de su diseño y comenzó su construcción fue NuScale Power. Pero esta companía pública debió cancelar el proyecto por dificultades financieras y de escalabilidad del prototipo.
Su SMR estaría emplazado en Idaho y la planta tendría una capacidad total de generación de 462 MWe, a partir de seis módulos de 77 MWe. La empresa, sin embargo, sólo llegó a completar un tercio del proyecto, antes de su cancelación.
Las obras debían culminar en 2030, pero los Estados Unidos dieron marcha atrás cuando el costo estimado del desarrollo pasó de los U$ 3.6 mil millones iniciales a U$ 9.3 mil millones. Una triplicación del presupuesto originalmente estipulado.
Milei y la privatización en agenda
En 2022, una misión reservada del Departamento de Estado, encabezada por Ann Ganzer, visitó la Argentina y se reunió con altos funcionarios del sector nuclear nacional. Según trascendió, la diplomática solicitó frenar la compra del reactor chino que Kicillof había anunciado como «Atucha III» y que sería la cuarta central nuclear del país. De ese acuerdo con China, por ahora, no hay novedades. Pero, además, pidió entrar al Proyecto CAREM.
En este sentido, parece evidente que el interés de los estadounidenses por nuestro prototipo de reactor SMR se ha reavivado desde la cancelación del único proyecto en obras que ellos tenían, el de Nu Scale Power. No sería la primera vez que un país extranjero se apropia de años de inversión de una empresa argentina. La privatización de Aerolíneas es un ejemplo muy claro de esto.
Iberia compró a un precio irrisorio nuestra aerolínea de bandera, que tenía una flota moderna recién adquirida, y reemplazó sus aviones, que eran chatarra, por los nuestros de última generación. Así vació una empresa argentina que era superavitaria al momento de su privatización, pero se tornó totalmente deficitaria antes de su reestatización.
Algo similar podría ocurrir con nuestra industria nuclear si Milei avanza con la privatización.
Desde que asumió, todas las medidas tomadas por el presidente apuntan en esa dirección.
En su DNU eliminó la figura de empresa «Sociedad del Estado» que era un régimen especial para algunas empresas públicas. INVAP, la empresa que desarrolla (junto a Nucleoeléctrica Argentina SA) el proyecto CAREM, se inscribía en este régimen. La característica fundamental de esta figura empresarial es que las empresas públicas funcionan de manera similar a las sociedades anónimas, pero no pueden privatizarse y su participación accionaria debe repartirse entre entidades gubernamentales.
INVAP, por ejemplo, reparte su capital accionario entre la CNEA (dependiente del Estado nacional) y la provincia de Río Negro. Sin embargo, Milei la convirtió en una Sociedad Anónima para preparar, según sus propias palabras, una futura privatización. Cabe señalar, no obstante, que la porción del paquete accionario que corresponde a la provincia de Río Negro está fuera del alcance del presidente de la Nación. Este sólo puede vender la parte que corresponde al Estado nacional a través de la CNEA.
No así con Nucleoeléctrica Argentina SA (NA-SA), cuyo paquete accionario se reparte en un 79% para el Ministerio de Economía de la Nación, un 20% para la CNEA y un 1% para Energía Argentina SA (ENARSA). En este caso, su privatización es más sencilla, aunque debe pasar por el Congreso.
Inicialmente, esta empresa figuraba en el listado de empresas estatales a privatizar en la fallida Ley Ómnibus. Pero varias fuerzas políticas dialoguistas con el gobierno, como el radicalismo, le pidieron tratar su privatización por separado, para dar su apoyo a la aprobación de la ley en general. Lo cual ocurrió. Dicha ley superó en Diputados la votación en general, como habían pactado. Sin embargo, luego cayó durante la votación en particular.
Del mismo modo, el DNU perdió su primera prueba de fuego en la Cámara de Senadores y está más cerca de perder vigencia, si no consigue la aprobación de la Cámara Baja. Aunque el gobierno ya da por descontado que el megadecreto quedará anulado una vez que se trate allí.
Esto no significa que el proyecto CAREM esté fuera de peligro.
Esta semana, las obras del CAREM se paralizaron y la titular de la CNEA, Adriana Serquis, renunció tras una ola de 160 despidos. Mientras tanto, Javier Milei prepara «leyes espejo» (con el mismo contenido, aunque por separado, que tenía el compendio de artículos de la fallida Ley Ómnibus). Por lo tanto, el presidente pretende volver a la carga con su vorágine privatizadora.
Probablemente, la paralización del proyecto CAREM responda a una estrategia del gobierno para convencer a la opinión pública de que su privatización es la única forma de continuar con las obras. El truco más viejo del manual para rifar el activo tecnológico más importante que tiene nuestro país en la actualidad.
Este freno al proyecto CAREM representa un atentado al desarrollo nacional, teniendo en cuenta que nuestro país se encuentra en una carrera contra todas las potencias nucleares para adjudicarse el primer SMR comercializable a gran escala. Una carrera contra el tiempo, en la que ya corríamos con el lastre del desfinanciamiento de los gobiernos anteriores, pero que ahora directamente nos tiene detenidos en la pista de carreras, mientras nuestros competidores se alejan cada vez más.
Si se tomara la política contraria, un financiamiento masivo hacia el sector nuclear argentino, nuestro país podría terminar rápidamente el proyecto en marcha e incluso iniciar otros igual de competitivos.
Con el telón de fondo de la transición energética, el mercado de los SMR se convertirá en un nicho billonario en las próximas décadas. Insertarnos tempranamente en el mercado mundial como exportadores de esta tecnología podría revertir para siempre nuestra condición de país atrasado, pobre y primarizado. Y frenar un proceso de descomposición social que viene agravándose al ritmo que nuestra economía se desquebraja.
Javier Milei, no contento con cargarse las condiciones de vida de las generaciones actuales, se está cargando también la vida de las generaciones venideras, al paralizar un proyecto que podría convertirnos en la Arabia Saudí de la tecnología nuclear.
Este concepto es más fuerte que el de ser un país rico por ser el mayor exportador de petróleo. Nosotros no planeamos convertirnos en un gran exportador de materias primas. Ya lo somos. Lo que podemos cambiar con el proyecto CAREM, es volvernos un gran exportador de valor agregado.
El proyecto CAREM, más que un prototipo de reactor nuclear, representa un proyecto de país. Todos los argentinos debemos defender nuestra ciencia y tecnología. En especial, a nuestro competitivo sector nuclear.
Javier Milei debe ser llevado a juicio político de inmediato por traición a la Patria. El presidente pretende vender el presente y el futuro de los argentinos, con políticas contrarias a nuestros intereses nacionales y a favor de nuestros competidores directos. Lo hace en nombre de una ideología fantasiosa, individualista y anticientífica, como lo es el liberalismo libertario que con una vehemencia, tan parecida a la locura, pregona entre los más despistados.
Argentina lidera la carrera por los reactores SMR, una tecnología que será vital en la transición energética y supone billones de dólares en exportaciones.