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Del fondo del mar al abismo presupuestario: Milei y el desguace de la ciencia

En un giro discursivo sorprendente, los usuarios libertarios pasaron de calificar como “conspiración ambientalista” la colaboración entre el CONICET y el Schmidt Ocean Institute, a presentarla como un “éxito del capitalismo” y una muestra del supuesto impacto de las “ideas de Javier Milei”.

Al parecer, la masividad del streaming que explora las profundidades del Cañón de Mar del Plata los obligó a recalcular: ante la arrolladora superioridad en audiencia de esta transmisión —muy por encima de otros streamings afines al gobierno, como Carajo o Neura, e incluso de espacios menos politizados como Luzu u Olga— optaron por intentar capitalizar el fenómeno de otra manera.

Streaming del CONICET y twitteros libertarios

Pero esa apropiación forzada no resiste el menor análisis. ¿Quién financia realmente la exploración? ¿Cuál es el rol del CONICET? ¿Y qué dice la historia sobre los grandes hitos en la investigación oceánica?

¿Quién está detrás de la misión?

La misión «Exploring the Deep Argentine Margin», que batió récords de audiencia en YouTube durante julio de 2025, es fruto de una colaboración internacional entre el Schmidt Ocean Institute (una fundación sin fines de lucro financiada por Eric Schmidt, ex-CEO de Google), el CONICET, el Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero (INIDEP) y otros centros académicos y estatales.

El buque de exploración Falkor (too), equipado con el ROV SuBastian, está operado 100% con fondos filantrópicos, no comerciales. Pero sin el conocimiento y la participación activa de los científicos del CONICET, esta misión no tendría ningún sentido. La cartografía, los análisis, la contextualización y la interpretación de los hallazgos son trabajo argentino.

Milei no solo no participó, sino que está desfinanciando sistemáticamente a los investigadores que hoy protagonizan este hito científico.

Datos duros: la inversión científica bajo Milei

Desde su asunción, Javier Milei ha ejecutado un recorte del 70% en el presupuesto disponible para el CONICET en términos reales (ajustado por inflación), según datos de la Red de Presupuesto Público del CECE (julio 2025). En lo que va del año:

➜ 1.125 investigadores han solicitado permisos para radicarse en el exterior.

➜ 36 institutos de doble dependencia con universidades corren riesgo de cierre.

➜ Las becas doctorales siguen congeladas desde noviembre de 2023.

➜ La deuda con proveedores e instituciones científicas supera los 3.200 millones de pesos.

Mientras tanto, Milei habilita un dólar soja especial, mantiene exenciones impositivas para grandes exportadores, y reduce impuestos a los bancos. El ajuste, claramente, no es para todos.

La ciencia en manos privadas: ¿solución o trampa?

El vaciamiento presupuestario tiene un objetivo claro: forzar al CONICET y otras instituciones a buscar financiamiento privado. Pero ese modelo no resuelve, sino que profundiza las desigualdades en la producción de conocimiento.

Ejemplo paradigmático: la vacuna contra el Chagas, una enfermedad que afecta a más de 1,5 millones de personas en Argentina, fue desarrollada por investigadores del CONICET y la UNSAM, con apoyo estatal. Ninguna farmacéutica quiso financiarla, porque los pacientes no tienen poder adquisitivo. Si no es negocio, no existe.

Lo mismo ocurre con la investigación en biodiversidad, recursos pesqueros, ecología marina o arqueología oceánica: el capital privado no tiene incentivos para explorarlos si no hay retorno rápido.

La URSS y la conquista del océano: historia que incomoda

La historia de la exploración oceánica también desmiente el relato liberal. Aunque muchos libertarios insisten en que los grandes hitos científicos son patrimonio exclusivo del mercado, basta con mirar hacia las profundidades abisales del planeta para encontrar una verdad más incómoda: los mayores avances en la exploración del océano fueron impulsados por planificación estatal, no por el lucro privado.

Uno de los momentos más paradigmáticos fue protagonizado por la Unión Soviética en la década de 1950. El buque oceanográfico Vitiaz, orgullo de la flota científica soviética, llevó a cabo una expedición clave entre 1957 y 1958. Allí, en pleno corazón de la Fosa de las Marianas, registró una profundidad récord de 11.022 metros, que durante décadas fue aceptada como la mayor conocida del planeta.

Pero la proeza no fue sólo técnica: los soviéticos también fueron los primeros en demostrar que existía vida a semejantes profundidades. Con redes de arrastre especialmente diseñadas, lograron recuperar microorganismos vivos en condiciones de más de mil atmósferas de presión, refutando la creencia de que en esos abismos reinaba el silencio biológico.

Mientras tanto, en Occidente, la ciencia aún dudaba de esa posibilidad. Recién en 1960, el batiscafo Trieste, tripulado por Jacques Piccard y Don Walsh, logró descender hasta el fondo del abismo y corroborar con sus propios ojos lo que los soviéticos ya habían demostrado por medios científicos: sí, había vida allí abajo.

El hito soviético —tanto en profundidad como en descubrimiento biológico— fue posible gracias a décadas de inversión estatal en ciencia, infraestructura y formación. No hubo mercado, ni filantropía, ni rentabilidad en juego. Hubo planificación, voluntad política y una visión de largo plazo que desbordaba las lógicas del beneficio inmediato.

Incluso hoy, las estimaciones sobre la profundidad exacta del punto más hondo de la Fosa de las Marianas siguen en disputa: en 2020, un dron ruso de nueva generación (Vitiaz-D) midió «sólo» 10.028 metros. ¿Significa eso que el Vitiaz original se equivocó? ¿O cambió el lecho marino? La comunidad científica aún debate esas preguntas. Lo que no está en duda es quién lideró la conquista del abismo cuando todavía nadie creía que fuera posible.

Sin ciencia pública no hay futuro

La exploración del Cañón de Mar del Plata no es un «milagro del mercado». Es la consecuencia directa de décadas de formación científica, inversión estatal sostenida y colaboración internacional basada en el interés común, no en el lucro.

Milei y sus seguidores intentan vendernos un modelo donde la ciencia solo avanza si los ricos se enriquecen. Pero los hechos —y la historia— dicen otra cosa.

Desde Sendero Tecnológico, volvemos este mes con un nuevo video para contarte esa historia en profundidad, con imágenes inéditas, datos duros y argumentos que desarman el marketing libertario.

Ya tenemos el guión listo y el video en producción. En pocos días más, lo vas a poder ver.

Mientras el gobierno desmantela la ciencia argentina, el CONICET brilla en el streaming más visto del país. Otra vez, el debate sobre su financiamiento.