Argentina es de los pocos países latinoamericanos que poseen premios Nobel en Ciencias Duras. De hecho, el resto de los países de la región que han ganado uno, sumados, no superan el número de galardones obtenidos por nuestro país. Ocurre que, además de nosotros, únicamente México y Venezuela han ganado uno. Los mexicanos en 1995 (Química) con Mario Molina y los venezolanos en 1980 (Fisiología y Medicina) con Baruj Benacerraf. Y, en ambos casos, los premiados tuvieron una carrera más ligada a los Estados Unidos que a sus países de origen.
En nuestro caso, tres fueron laureados con el máximo reconocimiento de la Academia Sueca. Y, aunque uno de ellos adquirió más tarde la nacionalidad británica y trabajaba en Cambridge al momento de ganar el premio, todos se formaron en la Argentina y mantuvieron un fuerte arraigo por el país. En orden cronológico, los Nobel fueron Bernardo Houssay (1947) en Fisiología y Medicina, Luis Leloir (1970) en Química y César Milstein (1984) también en Fisiología y Medicina.
Bernardo Alberto Houssay nació el 10 de abril de 1887 en Buenos Aires. Fue alumno del Colegio Nacional de Buenos Aires y estudió medicina en la UBA, donde se graduó con honores en 1911. Después de completar su formación en el extranjero, regresó a la Argentina y fundó el Instituto de Investigaciones Médicas (actualmente Instituto de Biología y Medicina Experimental) en 1944. Además, desempeñó un papel importante en la creación del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), una institución fundamental para el desarrollo de la investigación científica en Argentina.
El primer galardonado recibió el premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1947 por sus investigaciones sobre el sistema endocrino y su relación con la regulación del azúcar en la sangre. Su trabajo pionero en el estudio de la hipófisis, una glándula en el cerebro, reveló su papel crucial en la producción de la hormona antidiurética y la hormona estimulante de la tiroides, que afectan directamente la cantidad de azúcar en la sangre. Sus descubrimientos ayudaron a entender mejor la fisiología de la glucosa y sentaron las bases para futuras investigaciones sobre la diabetes y otras enfermedades metabólicas.
El segundo fue Luis Federico Leloir, nacido el 6 de septiembre de 1906 en París, Francia. Su nacimiento en el país galo fue una coincidencia. Sus padres habían viajado allí cuando su madre se encontraba con su embarazo bastante avanzado. Pero que nadie se confunda, Leloir es argentino hasta la médula. Salvo por un año en Inglaterra, estudió en el país. Rindió libre sus últimas materias de nivel medio en el Colegio Nacional Mariano Moreno. Y Luego ingresó en la Facultad de Medicina de la UBA, donde se graduó como doctor en 1932. Sin embargo, su interés por la investigación lo llevó a cambiar de rumbo y enfocarse en la bioquímica, una decisión que marcaría el inicio de una carrera científica extraordinaria. Trabajó en importantes hospitales como el Hospital de Clínicas José de San Martín y el Hospital Ramos Mejía. Además, fue discípulo de Houssay.
Recibió el premio Nobel de Química en 1970 por sus descubrimientos en el campo de la bioquímica, específicamente en relación con la síntesis de carbohidratos. Su investigación se centró en los nucleótidos de azúcar y su papel en la síntesis de carbohidratos en las células. Leloir identificó una serie de enzimas clave que participan en estas rutas metabólicas, lo que permitió una comprensión más profunda de cómo las células producen y utilizan los carbohidratos. Sus descubrimientos han sido fundamentales para comprender enfermedades metabólicas y trastornos genéticos relacionados con el metabolismo de los azúcares. Además de su destacado trabajo científico, Leloir fue un ferviente defensor de la ciencia en Argentina y contribuyó significativamente al desarrollo de la investigación bioquímica en nuestro país.
El tercero y último corresponde a César Milstein, nacido el 8 de octubre de 1927 en Bahía Blanca. Fue un eminente bioquímico y uno de los científicos más influyentes en el campo de la inmunología. Estudió bioquímica en la Universidad Nacional de Buenos Aires, donde se graduó en 1952. Luego, continuó sus estudios en el Reino Unido, donde obtuvo un doctorado en bioquímica en la Universidad de Cambridge en 1957. Tras completar su formación académica, Milstein se unió al Laboratorio de Biología Molecular del Consejo de Investigación Médica en Cambridge, donde realizó gran parte de su trabajo revolucionario.
Fue laureado con el premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1984, compartido con Georges Köhler y Niels Jerne, por sus contribuciones fundamentales en la producción de anticuerpos monoclonales. Milstein y su colega Köhler desarrollaron la técnica híbrida de células B, que permitía la producción de anticuerpos idénticos en grandes cantidades a partir de células inmunitarias específicas. Esta innovadora técnica revolucionó la investigación biomédica y abrió nuevas posibilidades en diagnóstico y terapias médicas. Los anticuerpos monoclonales se han convertido en herramientas esenciales en el estudio y tratamiento de enfermedades, desde el cáncer hasta trastornos autoinmunitarios, y han tenido un impacto significativo en la medicina moderna.
Desde entonces, Argentina no ha vuelto a ganar un premio Nobel en Ciencias Duras. El hecho de que, el último galardonado de los tres, haya tenido una carrera más ligada al exterior que a nuestro país puede considerarse un síntoma del viraje que tomaríamos. La fuga de cerebros se convirtió en la regla en las últimas reglas. Muchos de los mejores talentos argentinos acaban triunfando en el exterior, luego de recibir una formación académica de excelencia dentro del país. Tal es el caso, por ejemplo, de Juan Martín Maldacena, señalado por expertos como el próximo premio Nobel de la Argentina. Un físico formado en el Instituto Balseiro que pasó por la Universidad Rutgers, Princeton y Harvard. De obtener el reconocimiento de la Academia Sueca, se convertiría en el sexto premio Nobel argentino, el cuarto de nuestro país en Ciencias Duras y el primero en Física.
Argentina es uno de los pocos países latinoamericanos que poseen premios Nobel en Ciencias Duras.