Javier Milei vive en un mundo de fantasía. Se informa del principal problema que tenemos los argentinos a través de una cuenta falsa en Twitter. No consulta fuentes fidedignas. Ni se gasta en leer los propios números del INDEC. Por eso, era cuestión de tiempo para que estallara un escándalo como el de Jumbot.
El presidente de la Nación hizo el ridículo en una entrevista con Fantino, tras citar datos sobre la inflación de una cuenta que se hacía pasar por un bot de precios de la cadena de supermercados, Jumbo. El propio creador de la cuenta salió a aclarar de inmediato: «Esta cuenta es un experimento social. Nunca analizó precios, ni existió ningún bot que siguiera los productos de Jumbo».
Esto es un caso de lo que se llama sesgo de confirmación. Milei busca datos que le ayuden a reafirmar su visión de las cosas, aunque esta visión sea equivocada. No importa si esos datos son falsos. Lo importante es que su cosmovisión del mundo no entre en crisis.
Se trata de algo que los terraplanistas hacen todo el tiempo. Y no es de extrañar, porque el liberalismo libertario es una ideología de naturaleza terraplanista.
El pensamiento del presidente no es el resultado de un análisis científico de la realidad, sino de un compendio de dogmas con nulo valor académico, fundados en la corriente austríaca de la economía. Dicha escuela de pensamiento es criticada en los ámbitos más serios de la economía por su poca rigurosidad metodológica y escasa fundamentación empírica. Hoy sobrevive gracias a los think thanks liberales que financian la difusión de estas ideas como una estrategia discursiva para influir en la opinión pública y favorecer a ciertos grupos económicos.
La diferencia entre la mayoría de los think thanks liberales y Javier Milei, probablemente, radique en que muchos de quienes defienden estas ideas en el fondo saben que no es más que una forma de hacer negocios para unos pocos. El presidente, en cambio, abraza religiosamente esta doctrina, aunque en su interpretación más literal sea contraria a la realidad.
Nuestro país está en manos de alguien que prefiere convencerse de la veracidad de sus dogmas, aunque estén en contradicción con la evidencia empírica más elemental.
No puede decirse de otra manera: Milei vive en Narnia. Preside un país donde, según él, la inflación está bajando y el mercado está resolviendo los problemas de la gente.
Sin embargo, la realidad es otra.
El tipo de cambio ya está atrasado. Varios sectores, entre ellos el campo, pujan por una nueva devaluación en un contexto donde la inflación todavía no baja de los dos dígitos. Y esto en un contexto donde la clase media ha liquidado los pocos dólares que tenía bajo el colchón.
Sumado a esto, en junio vence un tramo del SWAP con China, que dejará al país con menos divisas o directamente en default. Renovarlo nos hubiera dejado con más aire en las reservas del Banco Central. Ahora, en cambio, la relación entre la base monetaria en pesos y las monedas extranjeras se verá seriamente afectada. Y todo por caprichos del presidente.
No hay que olvidar que la no renovación del SWAP con el gigante asiático es consecuencia directa del comportamiento errático de Milei en política exterior. Nuestra salida precipitada de los BRICS, a poco de haber entrado, el alineamiento con los Estados Unidos e Israel y la furiosa prédica anticomunista del presidente fueron los factores que llevaron a China a soltarnos la mano.
Mientras tanto, la inflación oficial reconocida por la Ciudad de Buenos Aires se ubicó en 13,2% para el mes de marzo y se espera un valor similar a nivel nacional. Con lo cual, la inflación interanual sigue creciendo. Se ubicaba en el orden del 276% hasta febrero y estará alrededor del 285% en marzo.
Contrario a lo que afirma Milei, por ahora no hay desaceleración. Para confirmar esta tendencia es necesario tomar franjas de tiempo más amplias que la inflación de un mes a otro. Sobre todo, porque incluso aunque hayamos tenido el pico de inflación en enero y los meses sucesivos el ritmo de crecimiento de precios haya sido ligeramente menor, todavía sigue muy por encima que el último año.
Si no hubiera ninguna devaluación en agenda y las reservas en dólares del BCRA estuvieran creciendo, tal vez podríamos proyectar una desaceleración de la inflación. Pero este no es el caso.
La compra de dólares en el mercado por parte del BCRA se perdió por la canaleta de pagos a organismos multilaterales de crédito. En febrero, por ejemplo, el Banco Central tuvo que desprenderse de U$ 951 millones para afrontar pagos de deuda en moneda extranjera. Y en marzo se perdieron otros U$ 918 millones por el mismo motivo.
Tengamos en cuenta que el gobierno pudo acceder a un dólar barato en el mercado porque la clase media está liquidando sus ahorros en dólares para compensar la pérdida de poder adquisitivo de los últimos meses.
Pero, a pesar de todo el ajuste, la disciplina fiscal extrema y la compra compulsiva de dólares baratos, el nivel de reservas actual todavía se encuentra muy por detrás que hace un año. A principios de este mes, las reservas rondaban los U$ 28 mil millones, cuando en abril de 2023 se ubicaban en U$ 38 mil millones, unos 10 mil millones de dólares más.
El hecho de que Javier Milei no haya logrado en estos meses una mayor acumulación de reservas choca de lleno con la cancelación de un tramo del SWAP que vence en junio. Habrá menos divisas, para un tipo de cambio que ya está atrasado. Así que es cuestión de tiempo para que una nueva devaluación acelere el crecimiento de precios. Y todo esto en un cuadro de fuerte recesión.
El elefante en la habitación es tan grande, que ni toda la pasividad de la CGT, Grabois y compañía podrían parar el estallido que se viene si el presidente continúa con este rumbo político. Y todo indicaría que así lo hará.
Javier Milei está twitteando desde la cubierta del Titanic. El barco que comanda se dirige directo hacia un gran iceberg y es probable que el economista libertario termine hundiéndose junto al país.
El presidente de la Nación se informa a través de una cuenta falsa en Twitter sobre los números de la inflación, mientras la economía del país se desploma.